
Santander, comer y volver. Seguro. La capital cántabra destaca por sus excelentes barras de pinchos y tapas. Aquí se unen dos tradiciones que no suelen coincidir, ya que las ciudades que sirven pinchos no presumen de tapas y viceversa, pero este es un caso ideal para los aficionados a la buena comida. En Santander se pica muchísimo y no es tan sencillo vender comidas en el comedor, de modo que la oferta de menús del día destaca por los buenos precios y las elaboraciones avanzadas, además de por el excelente género.
Inicialmente me dirigí a la calle Bonifaz, en la zona de Puerto Chico. Muy cerca está La Bombi, el restaurante donde van los famosos. Había comido ya previamente en La Brocheta, en la misma calle, donde tenemos varias opciones interesantes que probaré en otras visitas.
Se trataba de comer un buen menú del día y teníamos bastante donde elegir en misma calle y las inmediaciones. Escogimos el Piedras Blancas por su apariencia y también porque la oferta se antojaba atractiva. Serían quince euros, todo incluido.
Empezamos con un pastel de hongos con all-i-oli que nos pareció muy interesante, en su punto de sabor y con un par de lonchas por persona, más que suficiente. Un poco más de salsa no hubiera venido mal. Por cierto que el pan es tipo Fripan, calentito y sabroso.
Para los segundos probamos platos distintos. El lomo de buey venía en una ración generosa, servido en tiras y muy en su punto aunque con un toque extra de sal quedaría más logrado. Impecable el bacalao con hongos confitados, de lascas finas y sabor nada salado.
Los dos tomamos el mismo postre, un flan de chocolate con frutos rojos, de nota. Como el rosado del menú era Lambrusco, elegí un blanco de Rueda que me pareció fenomenal, teniendo en cuenta que no me gustan nada los vinos de uva verdejo. Un vino interesante para servirse en un menú, sí señor. El agua se sirve en botellas de cristal de medio litro y el café se puede mejorar aunque no está nada mal.
El local es muy coqueto y tiene una clientela local muy fiel, por lo que no necesitan para nada a los turistas, que no suelen andar de paso por la calle donde está y que por cierto recuerda a las del Barrio Alto de Lisboa. El personal es competente, amable y servicial, las mesas son amplias y hay varios ambientes disponibles.
Estamos también ante un restaurante de comida japonesa y es una pena no haberla probado, pero algo había que elegir. Tienen una muy interesante carta que se puede consultar en este enlace. La cocina se define como mediterránea y el resultado es muy bueno porque la relación entre calidad y precio anda ajustada a tope. El mejor ejemplo es la carta de vinos, con una selección de blancos y rosados a precios asequibles. Los tintos están muy bien elegidos y los cobran baratos.
El Piedras Blancas no es el Serbal y seguramente no lo pretende, pero lo que consigue es un producto impecable a un precio inmejorable. Cocina moderna, creativa, de raciones amplias y con sabores cuidados con precios para todos los públicos. Así ocurre que se llena enseguida y no me extraña. Sin duda es una dirección imprescindible para una escapada a Santander. Locales como éste son los que salen en la guía Gault Millau francesa. A ver si se pasan por ahí los de la Michelin para darle un "bibelot" de los que conceden a los restaurantes donde se come muy bien por poco dinero.
Toda la información detallada en http://www.restaurantepiedrasblancas.com/