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RESTAURANTE ALBALA. JEREZ DE LA FRONTERA.

Lamento no ilustrar el artículo con fotos sobre los platos degustados pero estaba tan ocupado ingiriéndolos que ni me acordé.

Vamos al grano. Resulta que estábamos alojados en el hotel Palmera Plaza y nos dirigíamos al casco antiguo cuando me dio por innovar y cambiar de calle para hacer la ruta prevista. Buena decisión y todo un ejemplo de "serendipity" o más bien chiripa pura, porque a escasos metros del hotel, justo en la acera de enfrente y en los bajos de un edificio de viviendas con un diseño atractivo se encuentra este restaurante en el que tomamos una cena memorable a un precio imprevisiblemente bajo. 

Inicialmente la carta no estaba en la pared pero sí había cartas sobre las mesas de la terraza y me bastó echar una ojeada para convencerme de que se trataba de una apuesta muy segura, tanto que incluso las previsiones se vieron superadas de largo. Precios comedidos, platos atrevidos y oferta variada auguraban el éxito.

Y así fue. Por la módica cantidad de 43 euros cenamos en pareja opíparamente, tanto en cantidad como en calidad. Mientras la señora se decidió por una presa ibérica a baja temperatura, opté por varias tapas, incluyendo unas croquetas de rabo de toro, una curiosa composición con queso y foie, además de un canelón especial de la casa. Todo sobresaliente y además con el detalle del aperitivo gratuito, unas aceitunas muy bien aliñadas. Lo curioso es que los postres no fueron a la zaga y destacó particularmente el "Kinder bueno", que no tiene nada que ver con el producto comercial sino que resulta todo un homenaje para los amantes del chocolate. El otro postre fue una interpretación del Mostachón de Utrera, muy refrescante. Tomé varios vinos por copas, empezando por un blanco, siguiendo por un rosado y finalizando con un tinto, todos por recomendación del camarero, siempre eligiendo vinos de la tierra. Mención especial para el Entrechuelas blanco. El broche de oro lo puso un PX al cual invitó la casa. El café no bajó la nota presisamente y salimos de allí con ganas de volver a Jerez solo para comer en el Albalá. El chef Israel Ramos es toda una garantía y el servicio también brilló muy alto.

La carta de platos es muy amplia sin llegar a lo enciclopédico y se abarcan todos los gustos posibles.  Los precios son más bien irrisorios teniendo en cuenta lo que te dan por tu dinero. Casi les animaría a ofrecer un menú degustación largo y estrecho. El servicio de pan lo cobran como en un humilde chiringuito.

La carta de vinos incluye numerosas referencias locales pero también caldos clásicos nacionales y todo ello sin pasarse con el precio.

Un restaurante así en Madrid o en San Sebastián ya merecería páginas en los suplementos dominicales de los diarios de prestigio y los críticos nacionales harían bien en visitarlo cuanto antes. Les auguro una estrella Michelín dentro de pocos años. No hay más que ver las críticas que se hacen en Verema o los comentarios de Tripadvisor.

Aunque la web del local no aporta nada y el Facebook del restaurante no está muy activo, podemos ver la carta detallada en este enlace de Jerez a la carta.

En resumidas cuentas, mi gran experiencia gastronómica de los últimos meses. Menos mal que todavía hay lugares maravillosos para comer de lujo sin arruinarse.


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