
Durante los últimos años he escuchado todo tipo de historias contadas por hosteleros. Además del tradicional robo de toallas o de irse sin pagar del restaurante, lo que más enerva a muchos propietarios es la actitud de los clientes que pretenden compartir un menú de diez euros entre dos personas, como si de tapas se tratara.
Toda vez que por esos diez euros uno puede comer una fabada digna, unos escalopines al Cabrales aceptables, con una ración de tarta y una botella de vino en la mesa sin cargos extra, ya es chulería pretender que una pareja divida el coste de la comida al repartirse los alimentos entre dos. Eso se puede hacer a la carta.
Hay que dejar muy claro que los precios de los menús son por comensal y no por menú. La legislación española estableció en su día un sistema de menús obligatorio para los restaurantes de ciertas categorías y que pretendía facilitar el acceso de los trabajadores a la comida fuera de casa sin tener que pasar por la carta. Si ya el precio es bastante popular, no viene a cuento la pretensión de muchos turistas que quieren echar morro más allá de lo razonable.
Últimamente han proliferado las advertencias en los anuncios de los menús con todo tipo de combinaciones. Desde "los menús no se comparten, la carta sí" hasta "precios por persona". Debemos tener en cuenta que el precio del menú es global y si el comensal decide no consumir algún plato no tiene derecho a reducción en el precio.
Del mismo modo que me parece penoso venir a Asturias a comer de bocadillo para ahorrar cuando se puede comer por 9 y menos euros, lo de compartir menús ya raya en lo esperpéntico.
Eso sí, los padres que comparten su comida con los niños deberían tener a su disposición un menú infantil porque he visto a demasiados críos pasar hambre porque no les piden un plato para ellos y sus padres piden comida que los nenes no se comen. Menos mal que ya hay restaurantes con menús cortos de un sólo plato pensados para los que no comen mucho.