Cuando sales de viaje tienes que poner los cinco sentidos a tope para que no te líen ni te tanguen porque hay gente que se aprovecha impunemente del turista bordeando la legalidad con todo el morro. Voy a comentar tres casos típicos, que suceden en la República Checa, Hungría y Portugal.
En el caso de Chequia muchos de los restaurantes de la capital funcionan muy a su aire y están acostumbrados a prácticas irregulares con tal de sacar los cuartos al turista. La jugada que más se estila es entregar las facturas escritas a mano de modo ininteligible y encima añadiendo un misterioso porcentaje extra en concepto de servicio, que puede llegar al 20% o más sin ninguna justificación. Si pedimos agua mineral nos darán microbotellines de la marca más cara al doble de precio que la cerveza. A mi me la armaron una o dos veces pero luego ya anduve con ojo, porque en el restaurante del hotel andaban con más cuidado. Cuanto más te metas en zona turística, peor, ya que los precios bajan en cuanto te alejas dos paradas de metro del centro.
En Hungria, por lo visto, ha habido camareros que aprovechaban para pasar la tarjeta de crédito del cliente un par de veces en lugar de una, pero lo más habitual es que los camareros no te devuelvan el cambio si la cantidad a pagar se aproxima mucho a la cantidad entregada por el cliente, de modo que se toman ellos mismos la propina. Aunque esto pasa principalmente en la capital, la zona del lago Balatón no se libra. Lo mejor es dar lo que nos han pedido con la mayor aproximación posible.
El problema de Portugal, irritante tanto para propios como para extraños, consiste en ofrecer al cliente unas apetitosas tapas no solicitadas de modo que entretenga la dentadura hasta que lleguen los platos; lo malo es que luego se cobran y a precios altos que casi dejan más beneficio que la comida. El gobierno portugués ha tomado cartas en el asunto y actualmente la práctica está prohibida, de forma que el cliente tiene derecho a comer las tapitas y luego no se las pueden cobrar o bien debería exigir que se eliminen de la factura. Los restaurantes llevan tantos años haciendo esto que casi se consideraban con derecho a legalizar la picaresca. Lo mejor es rechazar las entradas de mano, puesto que muchos las tienen preparadas a tal efecto a fin de aprovecharse de la ignorancia del turista. Eso sí, si no tocamos nada, no lo cobran.
Hay más clavadas en más sitios y este artículo es sólo una pequeña muestra. Aquí también le echamos cara con los platos fuera de carta que nunca sabemos lo que nos van a costar. Si el lector desea hacer su aportación, su comentario será bienvenido.
En el caso de Chequia muchos de los restaurantes de la capital funcionan muy a su aire y están acostumbrados a prácticas irregulares con tal de sacar los cuartos al turista. La jugada que más se estila es entregar las facturas escritas a mano de modo ininteligible y encima añadiendo un misterioso porcentaje extra en concepto de servicio, que puede llegar al 20% o más sin ninguna justificación. Si pedimos agua mineral nos darán microbotellines de la marca más cara al doble de precio que la cerveza. A mi me la armaron una o dos veces pero luego ya anduve con ojo, porque en el restaurante del hotel andaban con más cuidado. Cuanto más te metas en zona turística, peor, ya que los precios bajan en cuanto te alejas dos paradas de metro del centro.
En Hungria, por lo visto, ha habido camareros que aprovechaban para pasar la tarjeta de crédito del cliente un par de veces en lugar de una, pero lo más habitual es que los camareros no te devuelvan el cambio si la cantidad a pagar se aproxima mucho a la cantidad entregada por el cliente, de modo que se toman ellos mismos la propina. Aunque esto pasa principalmente en la capital, la zona del lago Balatón no se libra. Lo mejor es dar lo que nos han pedido con la mayor aproximación posible.
El problema de Portugal, irritante tanto para propios como para extraños, consiste en ofrecer al cliente unas apetitosas tapas no solicitadas de modo que entretenga la dentadura hasta que lleguen los platos; lo malo es que luego se cobran y a precios altos que casi dejan más beneficio que la comida. El gobierno portugués ha tomado cartas en el asunto y actualmente la práctica está prohibida, de forma que el cliente tiene derecho a comer las tapitas y luego no se las pueden cobrar o bien debería exigir que se eliminen de la factura. Los restaurantes llevan tantos años haciendo esto que casi se consideraban con derecho a legalizar la picaresca. Lo mejor es rechazar las entradas de mano, puesto que muchos las tienen preparadas a tal efecto a fin de aprovecharse de la ignorancia del turista. Eso sí, si no tocamos nada, no lo cobran.
Hay más clavadas en más sitios y este artículo es sólo una pequeña muestra. Aquí también le echamos cara con los platos fuera de carta que nunca sabemos lo que nos van a costar. Si el lector desea hacer su aportación, su comentario será bienvenido.