Llevaba tiempo viendo este queso en los expositores de las tiendas especializadas de Cangas de Onís pero no me animaba a comprarlo porque la pieza más pequeña pesa unos 800 gramos y cuesta sobre los 14 euros. Donde yo vivo no se vende al corte y fue el encargado de Quesos Torreón el que me cedió un trozo para probarlo en casa con calma. Una vez superada la prueba de la degustación, me decidí a comprar la pieza completa para darle gusto a la lengua en compañía de un tinto Merlot del Lidl que está delicioso y sale por menos de tres euros la botella. No me gusta arriesgar en piezas grandes que luego igual no me gustan y por eso creo que podría haber formatos más "portátiles" para animar al consumo.
Pues bien, para los que disfrutamos con quesos azules como Cabrales, Stilton y Gorgonzola, todo queso azul es bienvenido. Ojo porque el que no me gusta nada es el Roquefort, incluso el de alta gama. En este caso la particularidad principal es que nos hallamos ante un queso de oveja, toda una novedad en la región. Una vez cortado no seduce a la vista precisamente y parece uno de esos quesos azules industriales que se usan para hacer bocadillos para los niños. Una vez troceado la cosa va cambiando. El queso no se cuartea pero tampoco es cremoso, digamos que tiene una textura gomosa pero no pegajosa. Los tonos van del amarillento al verde oscuro y el gusto en boca es desconcertante al principio, pero luego deja muy buen posgusto.
No se trata de un queso grandioso y por ese precio es normal, pero supongo que tampoco lo pretende. No sabe a nada conocido y por eso despista un poco, ya que a una determinada apariencia solemos asociar un sabor concreto. No empacha, no satura y no deja la lengua abrasada de sal. Tampoco llegan los bocados al éxtasis gastronómico pero el Peralzola se defiende muy bien en una tabla de quesos, aunque lógicamente no osa igualarse con el Picón del Tresviso o el Cabrales, que para eso estamos hablando de un queso industrial, aunque bastante digno.
En cuanto al olor, no hay problema. Puede consumirse delante de los más remilgados porque no apesta. Echo de menos que algún especialista me facilite una nota de cata más especializada que ésta tan impresionista que estoy escribiendo, pero de momento los blogs no tienen olor y menos aún sabor.
Se puede conseguir fácilmente en Asturias y a través de tiendas online. Puede gustar incluso a los no fans de los quesos azules, ya que resulta muy estandarizado y no tan imprevisible como el Cabrales. Esta misma empresa comercializa el queso de la Peral, que no está mal de calidad y puede usarse en una tabla de quesos sin ningún complejo ante la competencia extranjera.
Esta vez he acertado, no como cuando compré el cántabro de la Jarradilla, que no me convenció nada por culpa de su enorme y gruesa corteza. Lo mismo me pasó con el de las Garmillas, que encontré caro para lo que es.
Pues bien, para los que disfrutamos con quesos azules como Cabrales, Stilton y Gorgonzola, todo queso azul es bienvenido. Ojo porque el que no me gusta nada es el Roquefort, incluso el de alta gama. En este caso la particularidad principal es que nos hallamos ante un queso de oveja, toda una novedad en la región. Una vez cortado no seduce a la vista precisamente y parece uno de esos quesos azules industriales que se usan para hacer bocadillos para los niños. Una vez troceado la cosa va cambiando. El queso no se cuartea pero tampoco es cremoso, digamos que tiene una textura gomosa pero no pegajosa. Los tonos van del amarillento al verde oscuro y el gusto en boca es desconcertante al principio, pero luego deja muy buen posgusto.
No se trata de un queso grandioso y por ese precio es normal, pero supongo que tampoco lo pretende. No sabe a nada conocido y por eso despista un poco, ya que a una determinada apariencia solemos asociar un sabor concreto. No empacha, no satura y no deja la lengua abrasada de sal. Tampoco llegan los bocados al éxtasis gastronómico pero el Peralzola se defiende muy bien en una tabla de quesos, aunque lógicamente no osa igualarse con el Picón del Tresviso o el Cabrales, que para eso estamos hablando de un queso industrial, aunque bastante digno.
En cuanto al olor, no hay problema. Puede consumirse delante de los más remilgados porque no apesta. Echo de menos que algún especialista me facilite una nota de cata más especializada que ésta tan impresionista que estoy escribiendo, pero de momento los blogs no tienen olor y menos aún sabor.
Se puede conseguir fácilmente en Asturias y a través de tiendas online. Puede gustar incluso a los no fans de los quesos azules, ya que resulta muy estandarizado y no tan imprevisible como el Cabrales. Esta misma empresa comercializa el queso de la Peral, que no está mal de calidad y puede usarse en una tabla de quesos sin ningún complejo ante la competencia extranjera.
Esta vez he acertado, no como cuando compré el cántabro de la Jarradilla, que no me convenció nada por culpa de su enorme y gruesa corteza. Lo mismo me pasó con el de las Garmillas, que encontré caro para lo que es.